FOLCLORE – CIENCIA
CLASIFICACION DEL FOLCLORE
Para estudiar el Folclore a través de la ciencia, hay varias formas de clasificarlo. Ellas son:
1º: FOLCLORE MATERIAL
2º: FOLCLORE SOCIAL
3º: FOLCLORE ESPIRITUAL
1º: El “Folclore Material” estudia los elementos que son necesarios para la vida diaria del hombre, como ser: la vivienda, la vestimenta, las comidas, la medicina popular, los medios de transporte, los elementos de trabajo, los oficios.
2º: El “Folclore Social” se ocupa de: el lenguaje (el habla popular), la organización de la familia y de la vida en comunidad, las costumbres típicas de la vida común diaria, las fiestas religiosas y las ceremonias colectivas que interesan a toda la comunidad.
3º: El “Folclore Espiritual” comprende: el folclore literario y el musical, las artesanías, los juegos y entretenimientos, las creencias y supersticiones y la danza.
Todo lo que estudia la ciencia a través de esta clasificación se denomina FENOMENO FOLCLORICO, y todos ellos constituyen los USOS y COSTUMBRES de la población (“folk”), su CULTURA, que es la que estudia la ciencia de Folclore.
A continuación trataremos el tema.
FOLCLORE MATERIAL
COMIDAS DEL GAUCHO. ALIMENTOS UTILIZADOS POR LA FAMILIA CAMPESINA
EL CHARQUI (O CHARQUE)
El gaucho en sus largas travesías, solía llevar consigo su alimento, lógicamente no podía transportar carne fresca, dadas las variaciones climáticas, que hubieran corrompido rápidamente este delicado alimento. Es por ello, que llevaba carne seca, que a pesar de esto conservaba sus proteínas.
Esa carne seca recibía el nombre de “CHARQUI O CHARQUE”, derivado posiblemente del quichua “CCHARQUI”, que significa “flaco” y “seco”. Esto se prepara cortando rodajas delgadas de carne, exponiéndolas varios días al sol, y que luego era utilizado como complemento de un guisado o simplemente ingerido tal cual lo transportaban.
Tengamos en cuenta que no todos disponían de una vivienda donde poder cocinar, esto se realizó ya con la civilización y con la formación de la Familia, cuando la mujer empieza a tener participación directa en el manejo de la casa. Con el grupo familiar, llegan otros tipos de comidas, que veremos a continuación.
HUMITAS EN CHALA
Para prepararlas se necesitan: 20 choclos, 3 cucharadas de grasa, 2 cebollas, 4 tomates, 1 vaso de leche, 2 ajíes, sal y pimienta a gusto, 4 cucharadas de queso rallado y 1 cucharada de pimentón dulce.
Hay que limpiar los choclos, reservando las chalas más tiernas, y rallarlos. Luego poner en una sartén la grasa y dorar en ella la cebolla y los ajíes finamente picados. Agregar después los tomates pelados, sin semilla y picados y también el pimentón, la sal y la pimienta. Así dejar cocinar unos minutos.
Luego incorporar los choclos rallados y la leche. Cocinar hasta que esté tierno. Agregar el queso rallado y retirar del fuego.
Colocar dos chalas en forma de cruz. En el centro, poner dos cucharadas de relleno, doblar las chalas como haciendo un paquetito. Atar con tiritas de la misma chala y hervirlas en abundante agua con sal media hora.
Servir los “paquetitos” armados, para que cada comensal los desarme antes de comer.
HUMITA EN OLLA
Se necesitan: choclos bien granados 6, zapallo maduro ½ kg., grasa 3 cucharadas, tomates 2, pimiento morrón 1, laurel, albahaca, sal, pimienta y orégano a gusto y tres cucharadas de azúcar.
Se comienza por rallar los choclos. Remojar los marlos en leche y rasparlos con un cuchillo. Rallar el zapallo.
Poner en una olla la grasa, cuando está caliente echar la cebolla y el pimiento finamente picados. Incorporar luego los tomates sin semillas, pelados y cortados en pedacitos muy chiquitos. Cuando está a medio cocinar, incorporar los choclos y la leche donde se remojaron los marlos y condimentar a gusto. Se cocina a fuego suave, revolviendo con cuchara de madera hasta que se despegue del fondo de la olla. Agregar el azúcar y cocinar un poco más, siempre revolviendo.
TAMALES TUCUMANOS
Se precisan: harina de maíz 400 gr., zapallo 250 gr., matambre ½ kg., verduritas, cebollas de verdeo 5, grasa de pella 2 cucharaditas, huevos duros 2, chalas de choclo 20, manteca 50 gr., sal, ají molido, pimienta y comino a gusto.
Se pone a hervir el zapallo en agua con sal. Retirar y reservar el líquido.
Luego llevar el agua al fuego nuevamente y cuando rompe el hervor, echar en forma de lluvia la harina de maíz. Revolver con cuchara de madera para que no se pegue. Cuando está espeso agregar la manteca y revolver.
Aparte, hervir el matambre con algunas verduritas, para darle gusto, cuando está bien cocido retirar del agua y hacer hebras. Reservar el caldo del matambre.
Poner al fuego la grasa y cuando está caliente echar las cebollas finamente picadas y rehogar. Agregar el matambre y condimentar con sal, pimienta, ají y comino.
Poner dos chalas en forma de cruz y cubrir con un centímetro de la preparación de harina de maíz. Colocar una cucharada del picadillo de matambre y volver a cubrir con la pasta de harina de maíz. Cerrar las chalas, como “paquetitos” y atarlos con tiritas de chala. Cocinar en el caldo de matambre durante 30 ó 40 minutos aproximadamente. Servir calientes.
LOCRO DE MAIZ
Ingredientes: maíz blanco pisado ½ kg., agua 4 litros, carne de falda en trozos 1 kg., huesitos de credo salados a gusto, porotos pallares ¼ kg., chorizos colorados cortados en rodajas gruesas 2, chorizos blancos cortados en rodajas gruesas 2, panceta magra salada ½ kg., zapallo en trozos sin cáscara ½ kg., batatas peladas en trozos ½ kg., patitas de cordero partidas por la mitad 6.
Lavar el maíz y ponerlo en remojo, en los 4 litros de agua, hasta el día siguiente.
Lavar la panceta y los huesitos salados. Cortar en trozos. Luego poner a hervir los porotos hasta que estén cocidos y escurrirlos. Poner a hervir el maíz con las patitas de cordero y cuando el maíz esté a media cocción, agregar los huesitos de cerdo. Dejar hervir media hora e ir agregándole agua caliente durante la cocción. Incorporar la carne y la panceta. Dejar hervir media hora más, tratando que el líquido forme un guiso caldoso y espeso, para lo cuál habrá, o no, que agregar agua caliente. Incorporar los chorizos colorados, los blancos, los porotos pallares, el zapallo y las batatas. Vigilar la cocción hasta que todos los elementos estén cocidos, probar y sazonar.
Se sirve en plato sopero y puede acompañarse con una salsa (regionalmente “freído”), que se prepara así: derretir 3 cucharadas de grasa de cerdo y freír en ella ¼ kg. de cebolla de verdeo bien picada (parte verde). Agregar un ají picado finito y rehogar hasta que esté tierno. Incorporar 2 cucharadas de ají picante y una cucharada de pimentón dulce mojado con agua. Sazonar con sal.
SOPA DE ZAPALLO
Se necesitan: zapallo amarillo 1 kg., caldo 1 ½ litro, leche 2 tazas, pan cortado en dados 1 taza y azúcar media cucharada.
Pelar el zapallo, cortarlo en dados y cocinar en el caldo. Cuando ya está tierno, agregar la leche y el azúcar y dejar que rompa el hervor. Retirar y servir con los pedacitos de pan frito.
ASADO
Carne propia para asar. La operación se realiza clavando el asador en el suelo, junto al fuego, hecho con quebracho (cuando lo hay) preferido por no dar humo, y dándole vueltas de tiempo en tiempo, de manera que el asado conserve sus jugos.
ASADO A LA PARRILLA
Modo especial de asar en seco, con el empleo de la parrilla.
ASADO CON CUERO
La carne con cuero constituyó un típico alimento de los hombres de campo de Argentina, Uruguay y Río Grande del Sur; dice Félix Coluccio en su Diccionario Folklórico Argentino, que muchas veces faenaban algún vacuno con ese solo propósito, desperdiciando en consecuencia gran parte del animal sacrificado, verdadero lujo que practicaban nuestros gauchos. No en todo el país se preparaba de la misma manera; en la campaña bonaerense se cocían los trozos, sin cuerear, directamente sobre las brasas, empleándose luego rejas de hierro; en el Litoral se acostumbraba ensartar la carne sobre estacas del espinoso tala; mientras que en las regiones norteñas y de Cuyo se cuece en hornos de tierra.
El único y mejor cubierto para comer carne con cuero ha sido siempre un filoso cuchillo.
QUESILLO
Se utilizan: 10 litros de leche, 20 gr. de cuajo y salmuera.
Hay que hacer cortar la leche con el cuajo y dejar descansar. Luego eliminar el suero y dejar solamente la cuajada, apretando con un lienzo. Lavar con salmuera fina, escurrir bien y darle la forma que se desee.
ALFEÑIQUES
Se necesitan: 1 kg. de azúcar, 1 taza de agua y el jugo de 2 limones.
Hay que hacer un almíbar muy espeso. Agregar el jugo de limón. Cuando está a punto bolita, retirar del fuego y batir hasta que espese y tome consistencia. Luego verter sobre una mesada, estirar con las manos, levantándolo hasta que tome un color muy blanco. Tomar así pequeñas porciones, estirarlas y formar nudos del tamaño que se desee. Dejar luego orear en lugar fresco y seco.
BOLANCHAO
Solamente se precisan ½ kg. de mistol y 3 cucharadas de harina.
Hay que deshacer el mistol con las yemas de los dedos, sin eliminar las semillas. Amasar y unir bien. (El mistol es una fruta parecida a la cereza, de color amarronado).
Con la ayuda de la palma de las manos, formar bolitas, pasarlas por harina y colocar separadas sobre un tejido de alambre fino. Poner a orear al sol hasta que se sequen.
MAZAMORRA
Se utilizan: 1 kg. de maíz blanco y 1 cucharadita de bicarbonato de sodio.
Poner a remojar el maíz la noche anterior. Al día siguiente, poner a hervir en la misma agua en que se mantuvo en remojo (debe utilizarse mucha agua, ya que el maíz absorbe mucho líquido). Hervir durante por lo menos dos horas. Revolver constantemente con cuchara de madera. Cuando el grano esté cocido, se espesará la preparación. Se come como postre con miel o arrope, o simplemente con caldo de puchero.
DULCE DE LECHE CASERO
Se necesitan: 2½ litros de leche, 1kg. de azúcar, ¼ cucharadita de bicarbonato de sodio y ½ chaucha de vainilla.
Mezclar el azúcar con la leche, llevar a fuego revolviendo hasta que se disuelva. Colar. Llevar a fuego fuerte en una paila o recipiente enlozado, revolviendo con cuchara de madera, de vez en cuando. Dejar hervir aproximadamente una hora a fuego suave, agregar luego el bicarbonato y la vainilla. No dejar de revolver hasta lograr el punto deseado.
ALOJA DE ALGARROBA
Se necesitan: 3½ kg. de algarroba, agua y azúcar.
Lavar 1½ kg. de algarroba y machacarla en el mortero. Colocar en una tinaja de barro y agregar 12 tazas de agua caliente. Tapar herméticamente. Dejar así tres días, hasta que fermenta. Sacar la algarroba con una espumadera e incorporar dos kilos de algarroba nueva, lavada y machacada. Agregar agua fría hasta la mitad de la tinaja. Al día próximo, añadir azúcar a gusto y filtrar con una servilleta. Ya se puede tomar. Se puede renovar la aloja, para ello hay que sacar la algarroba vieja y agregar una nueva cada dos días, aumentando también con agua fría.
NOTA: También puede prepararse aloja de maíz y trigo y de membrillos.
Otra bebida alcohólica es la “CHICHA”, a base de diversos cereales, tubérculos o frutos y especialmente con el grano de maíz fermentado.
Y también está el “PUISCO”, que se prepara con maíz blanco sin pelar, limones, azúcar o miel de caña a gusto.
LA VIVIENDA DEL GAUCHO
Cuando el gaucho salía de boleadas o a arrear hacienda, su vivienda era “el campo abierto”, a veces si le tocaba mal tiempo se construía un “bendito” con dos cueros de vacuno y palos atados con tientos (quedando parecido a una carpa, fácil de desarmar).
El gaucho ya arraigado construía su rancho con los elementos que tenía a mano según la zona que habitaba. Así por ejemplo, en la pampa húmeda, lo hacía con palos, barro, paja, y si había lagunas cerca con junco. Construía primeramente la armazón de palos atados con tientos mojados, que al secarse quedaban tan fuertes que solo cortándolos podían sacarse, pues los clavos y el alambre no llegaban hasta tierra adentro. Esta armazón constaba de cuatro esquineros, una cumbrera, dos horcones (que soportaban el peso total del techo) y para apoyar las “cañas o junco” que cubrían el techo se usaban las “tijeras” apoyadas en los “costaneros largueros”. En cuanto a las paredes se realizaban de distintas maneras, como hemos citado de acuerdo a la zona. Existían paredes de “chorizo” hechos con una pasta de paja bien picada, barro y un poco de bosta para ligar; con esto se hacia una tira larga que el paisano trenzaba entre la armazón de cañas construida de antemano, y que bien colocadas una junto a otra bien apretadas, formaban una pared bien resistente, a la que también solían revocar con barro . Otro tipo de pared la realizaba construyendo un armazón de troncos y cañas donde colocaba panes de tierra con césped, superpuestos. A estas paredes les daban un ancho de unos cincuenta centímetros, luego las revocaban también con barro chirle mezclado con bosta.
En lugares donde abundaban las piedras, estas eran utilizadas para levantar los ranchos uniéndolas también con barro mezclado con bosta de caballo.
Finalmente debemos agregar “el QUINCHO” palabra que proviene del quichua “kencha” y que significa “pared de ramas”.
Este tejido de ramas, paja o junco se utilizaba para levantar paredes o hacer techos sobre un armazón de troncos y cañas.
Así también se podían quinchar, además de ranchos, las cajas de las carretas y otros cobertizos. En caso de lluvia estas construcciones son totalmente impermeables pues al hincharse la paja se aprieta cada vez más.
EL HORNO
En nuestra campaña usaban amasar el pan, las galletas, empanadas, pasteles, bizcochos, etc., que cocinaban en “el horno de barro o ladrillos”. Este tiene una boca grande por donde se carga y se le enciende el fuego; en la parte superior trasera tiene un orificio llamado “tronera” que sirve para dar salida al humo. Su construcción se levantaba en el patio de la casa y proximidades de la cocina. Su altura abovedada varía según el plano de su plataforma, pero por lo común se levanta hasta un metro de alto. Se calienta con ramas (si son aromáticas mejor), marlos y otros combustibles; luego se quitan las brasas de la parte central para dejar lugar donde colocar los alimentos. Para probar si el horno esta a “punto” se le tira una pajita o un papel bien seco que si se prende enseguida, significa que ya se pueden introducir los alimentos a hornear.
LA COCINA DE CAMPO
En la cocina de campo, come la peonada y la persona de la servidumbre dedicada a este trabajo, prepara los alimentos para el día.
En el centro de la misma se prepara “EL FOGON” generalmente redondo, elevado diez o quince centímetros del nivel del suelo, sujeto por un arco de ladrillos, hierro u otros materiales. Sobre el fuego del fogón siempre se encontraba la pava que proveía de agua caliente lista para el mate y a la hora de comer se disponía en un asador un costillar de vacuno o cordero. Siempre antes y después de las comidas se tomaba en rueda, “el mate”, haciendo de este lugar el más propicio para la conversación, cambios de ideas sobre los trabajos del día, relatos de cuentos (a menudo a cargo de algún viejo paisano especialista en cuentos de aparecidos) y también si había algún guitarrero cantor no faltaba su intervención.
Para sentarse el paisano construyó asientos hechos con cabezas de vaca o con los huesos de caderas vacunas atadas con cuero de oveja. También hacían bancos con troncos cortando un tronco en el nacimiento de tres ramas (que quedaban a modo de patas).
Cabe agregar que la reunión del fogón era generalmente alegre y en ella el paisanaje contaba sus cosas y novedades de trabajo, transmitiendo de este modo nuestras tradiciones, entre mate y mate.
Antiguamente en los ranchos del gaucho, no había más utensilios que la pava para calentar agua para el mate y solamente comía carne asada, muchas veces sin sal por no contar con ella; poco le agradaban las aves y la carne de ternera, y de la vaca; generalmente comían el costillar y el matambre.
Después de 1800 sus comidas fueron variando, de acuerdo a las diferentes zonas que habitaba. Como ya mencionamos en las casas cada uno amasaba su pan, empanadas, galletas, pasteles y quien podía horneaba un lechón o un cordero o carne vacuna.
Un plato regional es el Huascha Locro, que reemplaza al Locro, y se prepara solamente con maíz hervido en agua con sal y grasa. El Locro es uno de los platos mas característicos de la cocina criolla, que se prepara con maíz blanco y o amarillo o también trigo, y al que una vez hervido en agua y sal se le agregan batatas, chorizos, trozos de carne de vaca, tripa, zapallo, porotos, etc.; se cocina alrededor de cuatro horas y se sirve acompañado de un “frito” de pimentón, ají y grasa. Es un plato de alto valor vitamínico y solía darse en los cuarteles a los soldados y a los niños de las escuelas del interior.
Otro plato típico es la carbonada cuya preparación difiere según la región.
Se prepara con carne vacuna cortada, ají frito, zapallo, arroz, cebolla, tomate y verduras.
Un plato típico de la provincia de Corrientes, es el “Guiso tropero” que se prepara con carne o charqui, mandioca, etc. y que es el preferido de los conductores de ganado.
Podríamos seguir enumerando alimentos regionales, pero ya nos extenderíamos demasiado, apartándonos de nuestro tema especifico que es la danza, su historia y algunas nociones de nuestro acervo tradicional.
EL BAQUEANO
El Baqueano o baquiano es en nuestra campaña, así como en las de otros países de América, el hombre que conoce todos los atajos, sendas, picadas, vados, etc. El gaucho baquiano podía recorrer vastas regiones sin extraviarse pues conocía las sendas, las aguadas, etc., y se orientaba en cualquier lugar, a cualquier hora, y se tomaba siempre el rumbo preciso; por esto no pudieron ser vencidos en las luchas por nuestra independencia. Sarmiento nos ha dejado una admirable descripción: “…El baquiano es un gaucho grave y reservado, que conoce palmo a palmo veinte mil leguas cuadradas de llanuras, bosques y montañas. Un baquiano encuentra una bendita que hace cruz con el camino que lleva; el sabe a qué aguada remota conduce, si encuentra mil y esto sucede en un espacio de mil leguas, el las conoce todas, sabe de dónde vienen y adonde van. El sabe el vado oculto que tiene un rio, más arriba o más abajo del paso ordinario y esto en cien ríos o arroyos; el conoce en las ciénagas extensas un sendero por donde pueden ser atravesadas sin inconveniente, y esto en cien ciénagas distintas. En lo mas oscuro de la noche, en medio de los bosques o en las llanuras sin limites, perdidos sus compañeros, extraviados, da una vuelta en circulo de ellos, observa los árboles; si no los hay, se desmonta, se inclina a tierra, examina algunos matorrales y se orienta de la altura en que se halla; monta en seguida y les dice para asegurarlos; “estamos en dereceras (en dirección) de tal lugar, a tantas leguas de las habitaciones, el camino ha de ir al sur” y se dirigen hacia el rumbo que señala, tranquilo, sin prisa de encontrarlo y sin responder a las objeciones que el temor o la fascinación sugiere a los otros. El baquiano conoce la distancia que hay de un lugar a otro; los días y horas necesarias para llegar a él y a mas una senda extraviada e ignorada por donde se puede llegar de sorpresa y en la mitad del tiempo; así es que las partidas de montoneras emprenden sorpresas sobre los pueblos que están a cincuenta leguas de distancia, y así siempre las aciertan.”
LA COCINA DE CAMPO
En la cocina de campo, come la peonada y la persona de la servidumbre dedicada a este trabajo, prepara los alimentos para el día.
En el centro de la misma se prepara “EL FOGON” generalmente redondo, elevado diez o quince centímetros del nivel del suelo, sujeto por un arco de ladrillos, hierro u otros materiales. Sobre el fuego del fogón siempre se encontraba la pava que proveía de agua caliente lista para el mate y a la hora de comer se disponía en un asador un costillar de vacuno o cordero. Siempre antes y después de las comidas se tomaba en rueda, “el mate”, haciendo de este lugar el más propicio para la conversación, cambios de ideas sobre los trabajos del día, relatos de cuentos (a menudo a cargo de algún viejo paisano especialista en cuentos de aparecidos) y también si había algún guitarrero cantor no faltaba su intervención.
Para sentarse el paisano construyó asientos hechos con cabezas de vaca o con los huesos de caderas vacunas atadas con cuero de oveja. También hacían bancos con troncos cortando un tronco en el nacimiento de tres ramas (que quedaban a modo de patas).
Cabe agregar que la reunión del fogón era generalmente alegre y en ella el paisanaje contaba sus cosas y novedades de trabajo, transmitiendo de este modo nuestras tradiciones, entre mate y mate.
Antiguamente en los ranchos del gaucho, no había más utensilios que la pava para calentar agua para el mate y solamente comía carne asada, muchas veces sin sal por no contar con ella; poco le agradaban las aves y la carne de ternera, y de la vaca; generalmente comían el costillar y el matambre.
Después de 1800 sus comidas fueron variando, de acuerdo a las diferentes zonas que habitaba. Como ya mencionamos en las casas cada uno amasaba su pan, empanadas, galletas, pasteles y quien podía horneaba un lechón o un cordero o carne vacuna.
Un plato regional es el Huascha Locro, que reemplaza al Locro, y se prepara solamente con maíz hervido en agua con sal y grasa. El Locro es uno de los platos mas característicos de la cocina criolla, que se prepara con maíz blanco y o amarillo o también trigo, y al que una vez hervido en agua y sal se le agregan batatas, chorizos, trozos de carne de vaca, tripa, zapallo, porotos, etc.; se cocina alrededor de cuatro horas y se sirve acompañado de un “frito” de pimentón, ají y grasa. Es un plato de alto valor vitamínico y solía darse en los cuarteles a los soldados y a los niños de las escuelas del interior.
Otro plato típico es la carbonada cuya preparación difiere según la región.
Se prepara con carne vacuna cortada, ají frito, zapallo, arroz, cebolla, tomate y verduras.
Un plato típico de la provincia de Corrientes, es el “Guiso tropero” que se prepara con carne o charqui, mandioca, etc. y que es el preferido de los conductores de ganado.
Podríamos seguir enumerando alimentos regionales, pero ya nos extenderíamos demasiado, apartándonos de nuestro tema especifico que es la danza, su historia y algunas nociones de nuestro acervo tradicional.
EL RASTREADOR
El Rastreador, según Félix Coluccio, es la persona hábil para descubrir el paradero de otra o de animales siguiendo el rastro dejado por estos en el suelo. Los indios fueron acaso los mejores rastreadores en América, y entre nosotros hubo gauchos que hicieron del rastreo un arte. Sarmiento los describe así: “…El rastreador en un personaje grave, circunspecto, cuyas aseveraciones hacen fe en los tribunales inferiores. Un robo se ha ejecutado durante la noche, no bien se nota, corren a buscar una pisada del ladrón y encontrada, se cubre con algo para que el viento no la disipe. Se llama en seguida al RASTREADOR, que ve el rastro y lo sigue sin mirar sino de tarde en tarde. Sigue el curso de las calles, atraviesa huertos, entra en una casa y señalando a un hombre que encuentra, dice fríamente: “Este es”. El delito está probado y raro es el delincuente que resiste esta acusación”.-
Tratándose de animales, el rastreador conoce por las huellas que va dejando el fugitivo si el animal es macho o hembra, si es tuerto o no, si esta agusanado, si huye solo, etc.. Así vemos narrado por Ebelot el caso de un RASTREADOR que buscando para hallar unos ladrones, encuentra unas huellas y dice: “Han pasado por aquí seis caballos montados, quince sueltos y una yegua madrina con un potrillo de seis a ocho meses. Los ladrones fueron tomados al día siguiente. Se pudo ver que efectivamente eran seis, que su tropilla constaba de quince caballos y una madrina. El potrillo no aparecía y me imagine que el RASTREADOR lo había agregado por su cuenta para deslumbrarnos con ese floreo, que cabía a las mil maravillas en los límites de lo verosímil. No había tal. El potrillo, cuyas fuerzas no correspondían a la jornada obligada, se había quedado en el camino, rendido. Unos soldados lo hallaron, y lo que allana cualquier duda, la yegua lo reconoció”.
Este mismo autor cuenta de los chicos de una escuela de San Luís que en la piedra dura de las calles, donde hasta las mulas resbalan, reconocían los rastros de todos lo que habían pasado por ahí: “Allá va la mula del cura”, decía uno. “pasó hace una hora”, decía otro. El Receptor de rentas ha ido a pasear a caballo. Y el almacenero de la esquina a pie, con botas”. Otro decía: “Che, vete pronto a tu casa, tu mamá acaba de volver. Calzaba alpargatas”.
RESERO – ARRIERO – TROPERO – CARRERO.
RESERO:
Es el individuo que arrea o compra reses (Diccionario Hispánico Universal).
Según el Nuevo Diccionario Enciclopédico Ilustrado Magíster es el peón que aparta las tropas de reses y las conduce de un lado a otro.
Dice Felix Coluccio en su Diccionario Folclórico Argentino que Resero es el nombre que hasta no hace mucho se daba a los matarifes y a los que compraban reses, pero ahora le llaman reseros a los peones que se ocupan del arreo de ganado. Este nombre se usa más en Bs. Aires que en cualquier otra parte del país. En los Mataderos de Liniers se ha levantado la magnífica estatua de bronce de Sarniguet titulada “EL RESERO”.
El Resero, fundamentalmente es un hombre de campo, con su sacrificio y temple estuvo a la altura de los heroicos soldados anónimos de nuestra Patria, unos luchando, perdiendo, ganando, conquistando de James la tierra, que el hacia grande con su esfuerzo; constante hacedor de rastrilladas, huellas, y caminos, los que hoy cubiertos de asfaltos son importantes rutas que unen el País en sus puntos cardinales. Con su andar lento pero seguro, hizo del camino su hogar, teniendo el cielo como techo, sin dudas ¡Fue un constante abanderado!. Si bien tenía lugar de origen, como lo fue San Pedro para Don Segundo Sombra, los distintos lugares por donde el pasó o permaneció por algún tiempo, nunca lo vieron como “El Forastero” siempre fue uno más.
ARRIERO:
Es el que con bestias de carga trajina de un punto a otro (Diccionario Hispánico Universal).
Dice Félix Coluccio en el Diccionario Folclórico Argentino: “En Mendoza le llamaban arrieros a los que viajaban con mulas cargueras y además llevaban viajeros. El Término subsiste aun hoy, y por extensión se le da a todo el que arrea ganado, especialmente en la región andina. Entre los quichuas el arriero de las montañas recibía el nombre de cumurí, era siempre un indio joven, sobrio y resistente.”.
TROPERO, CARRERO:
En nuestro país el conductor de ganado especialmente vacuno, lo que le obliga a ambular frecuentemente por las pampas y por los valles, por lo que se diferencia notablemente de los otros trabajadores del campo que consiguen fijar residencia en el lugar, ya sea como mensual de estancia o como hombre que trabaja libremente, pero aunque modesto, tiene un rancho y familia. Entre todos los trabajos del gaucho, el más paciente y heroico fue el de tropero, sobre todo el del tropero conductor de vacunos, ya que también se le dio el mismo nombre al conductor de carretas. Pero a este se le conoció más bien por el nombre de carrero, no de carretero, como modernamente le llaman. (Diccionario Folclórico Argentino de Félix Coluccio).
Resumiendo tanto EL RESERO, como EL ARRIERO, EL TROPERO o CARRERO hicieron trabajos similares, andar caminos luchando no solo con lo que era su tarea especifica el arreo y conducción de ganado, sino también con las inclemencias del tiempo; tal vez el carrero en este sentido tenía alguna ventaja a su favor porque disponía de techo, siempre y cuando el carro o carreta fuera cubierta. Quizás la diferencia de nombres consistía no tanto en las tareas que realizaban, sino a las expresiones costumbristas de cada región.
Por lo expuesto, en usted, Don SEGUNDO SOMBRA va el sencillo homenaje a tantos Don Segundos que en el anonimato hicieron camino y Patria de la que hoy nos sentimos agradecidos y orgullosos.
Juan Cáceres Zupay.